Muchas personas lo rezan al levantarse o al acostarse, otros mientras viajan en coche o en autobús desplazándose a trabajar, otros en su parroquia o comunidad. Nuestro amor a la Virgen llega al Corazón de Cristo, pero, sobre todo, se transforma en tantas bendiciones con las que Dios nos hace crecer en gozo y en paz.
Ella va delante de nosotros aceptando la voluntad de Dios y animándonos, como en las bodas de Caná de Galilea: “haced lo que Él os diga”.
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